viernes, 16 de noviembre de 2007

Refrito Casual: El Reencuentro del Ser y la Fugacidad del Amor

Todavía sigo perdida. Me busco con pasión y perseverancia, casi con desesperación. Canciones que solía escuchar, fotos viejas, poesías dedicadas y ensoñadas, fondos de vasos y aromas de pitillos que fueron besados por bocas ha tiempo saboreadas.

Nada. Ni una chispa.

Creo que me reuso a creer que he cambiado y que mucho de lo que solía ser se ha esfumado para no volver. No es una cuestión de haberme vuelto mala -¿haber trasladado un poco de la malicia universal al cuerpo propio?-; no lo creo. Simplemente me columpio: palabrotas, música prestada, lengua suelta, dudas, nervios, nervios, nervios.

Gelatina golpeada con la parte cóncava de la cuchara.

¿O será convexa?...

Subjetividad. Nuevos temblores.

Otros demonios se suben al vagón. También encuentro miradas que me buscan, o por lo menos lo que ahora parezco ser. Me aterra. No quiero que esas miradas busquen lo que ahora parezco ser, quiero que encuentren lo que solía ser, lo que siempre he sido -y confío que todavía existe en mí-.

Traba-dedos. Mis nudillos se anudan y balbucean.

¿Por qué el amor viene y va? ¿Por qué vuela, indeciso, sobre mi cabeza en círculos? ¿Por qué se desvelan mis ojos de su sombra cuando ya está demasiado lejos?
¿Por qué no puedo ver lo que tengo delante cuando debo verlo, en vez de cuando ya el tiempo preciso ha pasado?

Gritos que desgarran el vacío, sin eco. Más vacío.

La gran decisión. Frente a la encrucijada, el tenedor con gemelas entradas que se hunden por caminos boscosos y nieblas blanquecinas.

¿Qué camino permitirá que mis huellas se planten y no se borren?

No quiero paraisos dorados. Espero no encontrar tinieblas y dolor.

A falta de miedo, ¿es peor estar confundido?

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