sábado, 10 de noviembre de 2007

Acorazados

Te levantas con la aureola de cinismo coronando tu frente nuevamente. Giras el tronco y pones ambos pies en la tierra. Miras a un lado y a otro y rompes en sollozos. Con rabia.

Lloras como has estado deseando hacerlo desde hace lunas.


Te secas lágrimas con el puño de la camisa que tapará tus verguenzas al mundo externo. Con el respaldo de la mano palpas buscando hinchazón, preocupada, inconscientemente, por que nadie vaya a notar tu lágrimas. No quieres que nadie sepa que eres débil, que penas, que no tienes una de esas vidas maravillosas como las de las figuras públicas y glamurosas. No quieres que los vecinos especulen de los supuestos problemas que albergue tu corazón, que tus amigos se preocupen y tomen comportamientos raros, que demuestres ser un ser humano.

No. Eso no existe. Todos somos malditas caretas de goma, sonrientes y vestidos a la moda.

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