Todavía con el Agua por la Coronilla
Me había arrastrado por el tugurio de siempre.
El camarero de los ojos azules que nunca sale de la barra se había acercado a mí para asentir ante mi susurro; hacía ya semanas que la sorpresa se había borrado de sus pupilas y me miraba con un triste desdén de desprecio. Unos tres cigarros después de servida, me deslicé hacia una mesa y continué leyendo.
Los versos se me atrofiaban y los tristes delirios del viejo Cody se me perdían en el amasijo de letras al que pretendía, infructuosamente, prestar atención.
Barra
Tres vueltas y media al reloj.
Mesa en uno de los bares colectivos de siempre.
Música, romántica y ensordecedoramente deprimente.
Recobré la fé en mi amiga. Charla con el pelo desordenado y risas cavernosas de soledad y tenue teatralidad. Tonterías y más tonterías. Un martini; seco por favor -sí, con hielo-. Entrada de un par de luceros al bar; una cara conocida y caprichosa. Un saludo, efímero, momentáneo. Más risas, más vacío.
Más caras; ridículas, sonrosadas, amigables y pedantes. Un circo, un maravilloso torbellino de sinrazones y promesas, de cordialidades vacías perfiladas por colonias y boquillas negras y plateadas -la desilusión y hundimiento del gran campo del alma humana-.
Abrí la boca para decir nada más que completas estupideces.
Yo anulo toda relación con el sol y las estrellas; no quiero ver ninguna noche ni ninguna mañana.
Tengo ganas de anudar una cuerda a mi cuello con una bala de cañón en el otro extremo y saltar a una gran piscina gelatina de naranja cuya pofundidad sea infinita.
Cierran el bar; nos echan. El par de luceros sale con nosotras por la puerta.
Saliva
Llueven perros y gatos.
Mi amiga se ha ido por otro camino. Lucero se empeña en "acompañarme a casa".
Hace frío. Mi cuerpo se sostiene en un chupito de absenta, un martini seco, un cafe solo y media bolsa de palomitas saladas.
Lucero habla de puras banalidades mietras se aleja de la dirección de su casa caminando a mi lado.
Se está esforzando.
Paramos en la parte de fuera de una librería. Tiene toldo. Ahora hace un frío del carajo.
Hablamos de la vida; sí, un chaval que no ha salido de su pueblo, sin perspectiva alguna y una chica con demasiados kilómetros y demasiados vacíos.
Muy objetivo e intelectual.
Lucero se monta un teatro del que el mismísimo Lope tomaría nota.
Yo río por dentro.
Teatrillo...¿Por qué los tíos creeís que así vais a ligar mejor?
Lucero se corta. No se espera un saco de cinismo y desilusión que le vea venir desde el lindero del horizonte. Cambia de rumbo; es ahora profundo como el mar atormentado.
Titubeo un instante. Río por dentro.
Te estás esforzando
Sonríe desinflado. No sé si es ingenuidad y franqueza, o cansancio por encontrarse con una loca que le ha hecho perder el tiempo; la fatiga de la depresión no me deja matizar.
Me voy a casa, ¿eh?
Desliza su lengua junto a la mía. Chocan unos instantes.
Pasan los minutos. Se levanta -hasta luego-. Media vuelta y caminata.
Siente la necesidad de pasarme el brazo por los hombros un rato. Me siento ridícula.
Nos despedimos. Caminamos en direcciones opuestas.
Llueve.
Sábanas
Hace mucho frío.
Me quito todo y me pongo los trapos de dormir.
Hacía mucho que no besaba sin sentir nada. Recuerdo entonces la sensación de sin-sentido.
Recuerdo escribir:
Besar sin sentirlo es besar sin sentido.
Pero ya no siento absolutamente nada. Ni le doy a la cabeza. Ni me deprimo.
Vegeto.
Toco fondo.
Me meto bajo las sábanas y no duermo nada en toda la noche.
Veamos que me depara la vida.
Lo siento.
lunes, 24 de marzo de 2008
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2 comentarios:
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