lunes, 24 de marzo de 2008

Moneda de Cuatro Caras

Todavía con el Agua por la Coronilla
Me había arrastrado por el tugurio de siempre.
El camarero de los ojos azules que nunca sale de la barra se había acercado a mí para asentir ante mi susurro; hacía ya semanas que la sorpresa se había borrado de sus pupilas y me miraba con un triste desdén de desprecio. Unos tres cigarros después de servida, me deslicé hacia una mesa y continué leyendo.
Los versos se me atrofiaban y los tristes delirios del viejo Cody se me perdían en el amasijo de letras al que pretendía, infructuosamente, prestar atención.

Barra
Tres vueltas y media al reloj.
Mesa en uno de los bares colectivos de siempre.
Música, romántica y ensordecedoramente deprimente.
Recobré la fé en mi amiga. Charla con el pelo desordenado y risas cavernosas de soledad y tenue teatralidad. Tonterías y más tonterías. Un martini; seco por favor -sí, con hielo-. Entrada de un par de luceros al bar; una cara conocida y caprichosa. Un saludo, efímero, momentáneo. Más risas, más vacío.
Más caras; ridículas, sonrosadas, amigables y pedantes. Un circo, un maravilloso torbellino de sinrazones y promesas, de cordialidades vacías perfiladas por colonias y boquillas negras y plateadas -la desilusión y hundimiento del gran campo del alma humana-.
Abrí la boca para decir nada más que completas estupideces.
Yo anulo toda relación con el sol y las estrellas; no quiero ver ninguna noche ni ninguna mañana.
Tengo ganas de anudar una cuerda a mi cuello con una bala de cañón en el otro extremo y saltar a una gran piscina gelatina de naranja cuya pofundidad sea infinita.
Cierran el bar; nos echan. El par de luceros sale con nosotras por la puerta.

Saliva
Llueven perros y gatos.
Mi amiga se ha ido por otro camino. Lucero se empeña en "acompañarme a casa".
Hace frío. Mi cuerpo se sostiene en un chupito de absenta, un martini seco, un cafe solo y media bolsa de palomitas saladas.
Lucero habla de puras banalidades mietras se aleja de la dirección de su casa caminando a mi lado.
Se está esforzando.
Paramos en la parte de fuera de una librería. Tiene toldo. Ahora hace un frío del carajo.
Hablamos de la vida; sí, un chaval que no ha salido de su pueblo, sin perspectiva alguna y una chica con demasiados kilómetros y demasiados vacíos.
Muy objetivo e intelectual.
Lucero se monta un teatro del que el mismísimo Lope tomaría nota.
Yo río por dentro.
Teatrillo...¿Por qué los tíos creeís que así vais a ligar mejor?
Lucero se corta. No se espera un saco de cinismo y desilusión que le vea venir desde el lindero del horizonte. Cambia de rumbo; es ahora profundo como el mar atormentado.
Titubeo un instante. Río por dentro.
Te estás esforzando
Sonríe desinflado. No sé si es ingenuidad y franqueza, o cansancio por encontrarse con una loca que le ha hecho perder el tiempo; la fatiga de la depresión no me deja matizar.
Me voy a casa, ¿eh?
Desliza su lengua junto a la mía. Chocan unos instantes.
Pasan los minutos. Se levanta -hasta luego-. Media vuelta y caminata.
Siente la necesidad de pasarme el brazo por los hombros un rato. Me siento ridícula.
Nos despedimos. Caminamos en direcciones opuestas.
Llueve.

Sábanas
Hace mucho frío.
Me quito todo y me pongo los trapos de dormir.
Hacía mucho que no besaba sin sentir nada. Recuerdo entonces la sensación de sin-sentido.
Recuerdo escribir:
Besar sin sentirlo es besar sin sentido.
Pero ya no siento absolutamente nada. Ni le doy a la cabeza. Ni me deprimo.
Vegeto.
Toco fondo.
Me meto bajo las sábanas y no duermo nada en toda la noche.
Veamos que me depara la vida.

Lo siento.

2 comentarios:

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