domingo, 9 de diciembre de 2007

Pasión Agridulce y Fantasmal

Me imagino que muchos nos habremos pegado alguna vez un castañazo contra la pared de la introspectiva, y nos habremos dado cuenta que siempre hablamos de los mismos temas. Estás sentado en el baño, o mirando el techo, o encendiendo un pitillo...y sucede. Miras incrédulo dentro de tu cabeza y ves que hablas siempre de lo mismo; con corazón, claro. Yo sólo se hablar de cuatro cosas y tres de ellas son el sexo-amor (alternado con el amor-amor), la música y la literatura; aunque no lo niego, hablo de cualquier cosa. Y cuando estoy nerviosa, tiendo a hablar mucho de todo y de nada.
Otra pata de mi cojeante lengua es la sociedad. Es un discurso desprólijo y que puede llegar a resultar pastoso, pero siempre termina involucrando a la mayor parte del personal. Llega el momento en el que los cafés y las cervezas se enturbian y se guarda algunos instantes silenciosos en nombre de la triste muerte de la materia gris universal. Incluyo la mía.
Aún y todo, aunque giremos al rededor de los temas que mueven nuestros días, me atrevo a decir que pocas veces se canaliza la pasión enteramente a la lengua -hablando, digo-. Creo, incluso, que muy pocas veces canalizamos pasión enteremante a todo lo que hacemos. A algo, siquiera.
Todo esto puede sonar a temblor dactilar y demás chatarra alegable en casos de vacío mental, cuando se recurre a pseudodesarrollar uno de esos temas incondicionales para calmar el síndrome de abstinencia escrituril. Pero no es el caso; ha sido una trayectoria. A decir verdad, recuerdo sentir tristeza-gracia cuando empecé a escribir el post. Me sentía un poco más divertida-asqueada de la sociedad que lo común, y un poco enfadada conmigo misma. Sin encontrar todavía su explicación, recuerdo despertar esta mañana con un collage mental de ciertas escenas del mes que me involucran a mí y a determinadas personas, envuelto todo en una atmósfera de sabor amargo (mi cerebro, o el inquilino de arriba de mis ojos, es un tío muy cabrón; me hace estas jugadas visuales y luego me obsesiona).
De aquí he estado dándole vueltas toda la mañana. No encuentro lógica en el proceder de la gente; no entiendo por qué quien no se esfuerza -y no digo apasiona- en cumplir sus responsabilidades, juzga a la gente que sí lo hace, incluso demostrando rechazo y prejuicio. Te encasillan. Por mi parte, alterno risa y tristeza; no disfruto en absoluto del fracaso ajeno, pero no puedo evitar sentir diversión con la maldad ajena. Especialmente cuando se ve tan primaria e ingenua que en los casos de celos. Es humanidad en su estado más puro.
Eso me ha llevado a pensar en el tema de la pasión, de las ideas, de la pasión por las ideas. Como creo que sigo apasionada por todo (enamorada de la vida, a mayor corrección, creo) me pregunto si realmente llegaré a apasionarme por algo. Claro; si la pasión es la total canalización de energía y sentimiento hacia una cosa, y yo estoy canalizando mi energía hacia todo, el valor comparativo para con el proceder general existe; pero a la hora de comparar la canalización de energía en mis actividades particulares, la diferencia desaparece por completo.

Entonces, si todo me apasiona, no me apasiona nada...¿no es así?

Y de allí he vagado por las calles. He observado expresiones de los transeuntes y el desmenuzar de pañuelillos entre dedos índice y pulgar. Incluso eternos observadores del suelo...pero ninguno que mirara el cielo.
Creo que sólo yo levanté la cabeza a mirar el cielo. Y estaba azul, sin nubes.

Y por eso me he entristecido un poco. Porque el señor de los pañuelillos o la eterna observadora del suelo no sienten pasión por las nubes, por lo que deben de sentir una intensa pasión por una sola cosa. Su gran pasión, su verdadera pasión.

Y yo no
.

Pregunta:
¿Se puede sentir pasión por buscar algo en lo que sentir pasión?
¿Existe la pasión?
¿Qué es la pasión?

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