lunes, 4 de febrero de 2008

Cuaresma Sustancial

Hace tiempo que no creo en la existencia de Dios.

Capitalizo sólo para que sepamos que hablo del simpático de barbas.

Mis padres jamás inculcaron en mi ser la creencia en un ser espumoso/vaporoso superior al que rendir cuentas y dedicar plegarias. Nunca fui arrastrada a ninguna iglesia y aseguro no haber tenido en mi mano una biblia por más de diez minutos seguidos. Tampoco fui tocada en su momento por el chorrito de agua ni he tenido en mis manos un rosario ni he vestido de blanco.

Sin embargo, ultimamente he estado replanteándome la existencia de un ente superior: por lógica.

Y no hablo de la de Platón.

Soy presa de una absoluta falta de inspiración creadora: en cuestión de blog, poesía, producción discreta, repostería, lectura, ocurrencia verbal, porte...absolutamente todo.
He llegado a este estado de vegetación intelectual -o neuronal, a menor ego y mayor atino- sin aviso ni precedente alguno.

Bueno a relegar un malentendido amoroso y otro etílico que han coronado la semana.

Me he desordenado, desinchado y, finalmente, caído en redondo.
Y allí, hecha un ovillín, he vislumbrado un verdoso resplandor en la suela de un zapato de ante calzado por un hombre que surcaba nubes con un polo rosa y un jersey rojo anudado al cuello:

Una cara, barbuda, sacándome la lengua.

Y he allí que lo he visto: ese capullo de barbas a cojido ha mi conejo/musa de la inspiración y se lo ha llevado para hacer cocido en carnavales.

No hay otra posible explicación:

si dios existe es sólo porque él no cree en mí.

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